LA MÚSICA ACTIVA UN CENTRO DE “COMPRAS” EN NUESTRO CEREBRO
Artículo publicado por el
diario “El Deber” de Santa Cruz
Según los neurocientíficos,
cuando escuchamos la música que nos gusta, aunque sea por primera vez, una
parte del sistema de recompensa del cerebro, llamada núcleo accumbens,
determina cuánto valoramos la canción, e incluso ayuda a predecir lo que se
está dispuesto a pagar por un nuevo tema. Los
resultados ayudarán a comprender por qué los humanos atribuyen tanto
valor a las secuencias abstractas de las ondas sonoras.
La neurocinetífica Valorie
Salimpoor escuchó una vez la Danza Húngara Nº 5 de Johannes Brahms mientras
conducía. La música la conmovió tan profundamente que tuvo que detenerse. Así
empezó su investigación.
Vigiló cómo los cerebros de
los voluntarios reaccionaban a la música mediante resonancia magnética. Varias
regiones del cerebro se activaron cuando descubrieron una nueva canción que les
gustó, pero solo la actividad en el núcleo accumbens estaba bien relacionada
con la cantidad que los participantes estaban dispuestos a pagar. El núcleo
accumbens es responsable de las sorpresas agradables o del “error de predicción
positiva”, como los neurocientíficos la llaman.
Nuestros cerebros están
adaptados a la utilización de patrones, tales como la estructura de la música,
para predecir el futuro. Hacemos predicciones sobre cómo debe desarrollarse un
tema musical aunque no lo conozcamos.
Estas predicciones se basan
en la experiencia musical pasada, así que los fans de la música clásica tendrán
diferentes expectativas que los devotos del punk. Pero cuando la música resulta
mejor de lo que el cerebro esperaba, el núcleo accumbens desendadena el
deleite. La conclusión del estudio: el núcleo accumbens trabaja en conjunto con
el reconocimiento de patrones y con los centros de pensamientos de orden
superior para asignar valor a la música.
EL
SILENCIO Y LA MÚSICA DE LAS ARENAS
Resumen
del artículo publicado por Ricardo Alonso – Doctor en Ciencias Geológicas
Es muy importante mencionar
que millones de dunas ocurren a lo largo y ancho de los desiertos del mundo y
zonas costeras. Entre ellas existen unas 30 que tienen la rara particularidad
de emitir sonidos que van desde una música suave a terroríficos estampidos. Ya
Marco Polo hizo referencia, en sus viajes, a espíritus diabólicos “que a veces
llenan el aire con los sonidos de todo tipo de instrumentos musicales, y
también de tambores y choque de armas”. Por miles de años, los nómades que han
viajado a través del desierto escucharon sonidos misteriosos que atribuyeron a
duendes y demonios. Otros exploradores han creído escuchar el sonido de campanas,
trompetas, órganos, tamboriles, instrumentos de cuerdas, disparos de cañones,
truenos, aviones, gemidos, y toda una gama de efectos sonoros desdoblados por
la imaginación en objetos reales o fantásticos. Más allá de esto, lo cierto es
que los investigadores científicos no están de acuerdo sobre el cómo y el
porqué en muchas partes del mundo, bajo ciertas condiciones, las arenas
“cantan”. Así lo expresan los doctores E. Nori, P. Sholtz y M. Bretz de la
Universidad de Michigan en un clásico trabajo que publicaron en Scientific
American. Allí informan del sonido registrado en distintas dunas de Libia, el
desierto de Kalahari, y en Nevada, que van entre los 50 y los 2500 hertz, y
cuya duración es desde unas milésimas de segundos hasta casos extremos de 15
minutos de duración.
Distintos investigadores se
ha abocado a tratar de entender las causas del sonido. Los trabajos se han
centrado en comprender la dinámica del movimiento de los granos de arena, el
colapso en cascada sobre las paredes de sotavento, el tamaño y forma de los
granos individuales de arena, la temperatura y humedad, las corrientes
eléctricas que se generan por rozamiento entre los granos y el camino por el
cual ellos interactúan. Algunos han enfocado los estudios sobre el pulimento de
los granos de arena, los que en ciertas dunas muy trabajadas son esferas casi
perfectas con una superficie finamente esmerilada. La conclusión generalizada
es que no hay una explicación totalizada que ilumine la amplia variedad de
tonos musicales y la intensidad de algunos sonidos.
CHIQUITANIA
Extracto de la Revista M&S distribuida por el diario "El Tribuno" de Salta. Producida por Tiempos de Información S. A.
La región conocida como Chiquitanía mantiene un aura de misticismo que la hace única. Sus pueblos conservan el legado musical de los jesuitas y lo actualizan en festivales que congregan a orquestas locales y de todo el mundo.
Los chicos que viven en los pueblos nacidos alrededor de las misiones jesuíticas del oriente boliviano andan con violines, chelos y contrabajos. Ven poco y nada de televisión, quizás no saben mucho de modas pero sí conocen y valoran la cultura material e inmaterial que heredaron de sus ancestros: las etnias semisedentarias que habitaban la región bautizada por los españoles como la Chiquitanía.
En esta región de Bolivia se realiza en forma bianual el Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana "Misiones de Chiquitos", organizado por la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC). En dicho Festival se congregan músicos oriundos de los pueblos de la Chiquitanía y procedentes de Holanda, Polonia, Bélgica, España, Francia, Austria, Alemania, Italia, Noruega, Estados Unidos, chile, Brasil y Argentina.
Durante la restauración de los Templos Misionales (a partir de la década del 70') fueron descubiertas más de 5000 partituras de música barroca escrita entre los siglos XVII y XVIII, por aborígenes y europeos. Con este renacer del patrimonio intangible de la música jesuita, dormidos por siglos en anaqueles polvorientos, revivió la memoria, se gratificó el oído, resurgió la luthería local y los niños y jóvenes del interior profundo del oriente boliviano encontraron una vía de formación y apreciación estética incomparable.
Los pueblos que conforman el circuito de las reducciones jesuíticas de la Chiquitanía que son: Santa Ana de Chiquitos, San Javier, Concepción, San Miguel, San Rafael y San José, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en los años noventa. A estos se suma San Ignacio que quedó excluida de la categoría porque su Iglesia fue tumbada y vuelta a reconstruir por completo.
Las misiones jesuíticas están ubicadas al noreste de Bolivia, a poco más de 200 km de la ciudad de Santa Cruz, capital del Departamento. Los españoles la bautizaron así a esta región por la baja altura de las puertas de las chozas, dato que en un primer momento les hizo pensar que los nativos del lugar eran una especie de pigmeos.
Las edificaciones que han perdurado por más de tres siglos (fueron edificadas entre 1691 y 1760), despiertan gran admiración por la arquitectura de sus templos, de estilo barroco mestizo, donde destacan pinturas, murales, esplendorosos altares dorados, colosales columnas talladas en madera y una variedad de bellos tallados que adornan los retablos y púlpitos.
El alto nivel artístico y el profundo significado cultural de las obras, motivaron a la UNESCO a declarar en 1991 "Patrimonio de la Humanidad" a los pueblos de San Javier, Concepción, San Miguel, San Rafael, Santa Ana y San José de Chiquitos.
Walter Ponce - Pianista boliviano
de gran prestigio en el exterior
de gran prestigio en el exterior
Publicado en el diario "El Deber"
El pianista Walter Ponce ha realizado numerosos conciertos en todo el mundo. Nació en Cochabamba e hizo estudios musicales en el Conservatorio Nacional de Buenos Aires (Argentina). Allí conoció al famoso compositor argentino Alberto Ginastera. Profesor emérito de la Universidad Estatal de Nueva York, Walter Ponce es actualmente profesor y jefe del área de piano en la UCLA.